- Martes, 1 de marzo del 2016
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- Publicado por: Martín Anaya
Algunos de estos procedimientos no están homologado por la FDA (Agencia Norteamericana del Medicamento)
Un año tras otro, la cirugía de aumento de pecho lidera los rankings de intervenciones de carácter estético realizadas en todo el mundo. 1´7 millones de personas se someten a este tipo de intervención a nivel global, siendo España el quinto país a la hora de practicarlas.
Los avances en el I+D, concluyentes a la hora de fabricar prótesis de última generación que no precisan ya de recambio, así como la mejora en procedimientos y tiempos del postoperatorio han relanzado el incremento de talla en el pecho.
Sin embargo, el miedo de algunos pacientes a pasar por el quirófano, así como los precios de la intervención han derivado el procedimiento hacia el campo de la medicina estética.
Así lo explica nuestro cirujano plástico Moisés Martín Anaya, quien aclara que con Medicina Estética nos referimos al conjunto de intervenciones realizadas en clínica que no precisan de anestesia general y que no requieren postoperatorio.
Rápidas, eficaces y más asequibles a distintos presupuestos, estas herramientas, a la orden del día en cuanto a belleza del rostro, acaparan ya los tratamientos de pecho, aunque sólo el aumento tradicional tiene una duración permanente y resulta absolutamente inocuo.
Llegan de Estados Unidos modas y tendencias de última hora, acompañadas de un falta absoluta de información y que, en manos de personas de escasa ética profesional, pueden suponer un problema de salud pública.
Es el caso del llamado Instabreast, popularizado con el nombre de “efecto cenicienta” y que, creado por el doctor estadounidense Norman Rowe, consiste en la infiltración de suero fisiológico en las mamas. Dicha solución que se absorbe en un periodo de entre ocho y veinticuatro horas, ha creado alarma entre los profesionales de la Asociación Española de Cirugía Estética Plástica.
Desde la AECEP se advierte que “la punción en el pecho presenta riesgos de sangrado e infección”. Mientras, su director Jaime Antonio García Pérez avisa de que “someter a la mama a esos cambios de volumen bruscos y continuados provocará un deterioro del aspecto mamario en forma de caída y atrofia de una manera más acentuada de lo que produciría un embarazo”.
Mientras que el Instabreast está pendiente de aprobación por la Agencia Americana del Medicamento, el ácido hialurónico, ingrediente estrella de los cócteles de belleza ha sido prohibido por su homóloga española, para su empleo como inyectable en el pecho. El motivo: su infiltración en la glándula mamaria puede desvirtuar los análisis de detección del cáncer de mama.
Moisés Martín Anaya recuerda que el ácido hialurónico no es la panacea para todo. Como tampoco lo era el botox en los noventa y menos en este caso, puesto que, explica, paraliza la musculatura y, por lo tanto, considerarlo si quiera para aumentar la talla es un disparate.
En cuanto a los procedimientos que no presentan complicaciones, nos encontramos con la grasa autóloga y el plasma rico en plaquetas.
En el primero de los casos se trata de grasa excedente de partes del cuerpo del propio paciente, que se infiltra en la zona. En un principio existieron dudas sobre si desvirtuaba los diagnósticos oncológicos. Descartado este asunto,su único problema es la reabsorción de la grasa, ya que, explica el doctor Anaya, depende de cada caso que haya que reinyectar pasado determinado número de meses. Tampoco, añade, “nos encontramos ante un procedimiento útil para grandes aumentos de talla”.
Por último, el plasma rico en plaquetas , una solución derivada de la centrifugación de la propia sangre del paciente, enriquecida con plaquetas, se puede emplear, pero sólo, atención, para rellenar arrugas del escote. No para aumentar de pecho.